El sol a espaldas nos permite observar los detalles de las cosas con matices. Los haces de luz surcan los recovecos y nos facilitan observar los contrastes  de los relieves que forman la tercera dimensión, generando una impresión visual clara de la geometría, la situación y hasta el tacto de las cosas sin tocarlas. La claridad de luz deja poco margen a la intuición.

Algo parecido ocurre con la vida cuando nos viene de cara. El campo de visión permite adelantarse  a los acontecimientos. Dentro de un ciclo de estabilidad emocional resulta fácil predecir acontecimientos. Por el contrario, las adversidades parece que nos impiden tomar decisiones. En esos momentos las emociones se amontonan y actúan como el sol de cara. La excesiva claridad de frente en la cara, sombreada por los objetos, genera un contraluz que ciega al observador.

Sin embargo, en ese mundo plagado de emociones por digerir existen imágenes claras grabadas en tu propia historia y educación que permiten afinar los márgenes adecuados del camino. Y como el perfil de la silueta en un contraluz desdibuja la forma plana, indefinida y sin matices, tu intuición es capaz de establecer las proporciones adecuadas del mar de emociones antes de decidir.

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